Héctor Ángel Teodoro Kunzmann, ‘el Ruso’, tiene 76 años y es uno de los pocos sobrevivientes de La Perla, el centro clandestino de detención, tortura y exterminio más grande que funcionó en Córdoba durante la última dictadura cívico-militar. En ese mismo lugar, hoy reconvertido en Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos, el exempleado judicial y exmilitante de Montoneros -entrerriano, maestro de ajedrez y “poeta amateur”, para más datos- recuerda un episodio que lo tuvo como protagonista: el único partido de fútbol del que hay registro en los campos de concentración que funcionaron en nuestro país entre 1976 y 1983.
“Una de las cosas más extraordinarias que me pasó en la vida fue dejar La Perla”, repetirá varias veces durante su relato, con la voz quebrada y los ojos brillosos. Su testimonio, lleno de emoción, con toques de ironía y algunos grises provocados por esa especie de mecanismo de defensa que él define como “desmemoria”, trasciende lo anecdótico; es otra muestra de esa Argentina a la que desde hace cuatro décadas le decimos ‘Nunca Más’.
Cuesta abajo
“Lo del partido fue en un día festivo; no sé si el 9 de julio de 1977 o el 25 de mayo de 1978”, señala Kunzmann, quien permaneció “casi dos años” en el predio lindero a la Ruta 20 junto a su entonces compañera Mirta Iriondo, desde que ambos fueron detenidos en diciembre de 1976. “Yo estaba en el grupo de los cinco o seis secuestrados más viejos, los que teníamos algunos privilegios entre comillas; la mayoría trabajaba en las oficinas y en mi caso lo hacia en el ‘Galpón de Automotores’, en tareas de reparación, y eso a veces nos permitía movernos con ciertas libertades. Se ve que ese día a los guardias se les dio por patear la pelota, nos vieron y nos llamaron”, explica.
“En La Perla había dos grupos: el personal de inteligencia, que eran los que secuestraban, torturaban y decidían sobre la vida de todos nosotros; y los gendarmes, que vigilaban nuestros movimientos en forma permanente y los iban cambiando cada dos semanas”, explica ‘el Ruso’. Y detalla que de este último sector salió el equipo contrincante: “De repente me encontré jugando al fútbol junto a cinco compañeros y contra seis suboficiales de la Gendarmería. Lo hicimos con lo puesto, con lo que teníamos a mano. Ahí no había camisetas, botines, ni nada por el estilo”.
“El partido se jugó donde era el estacionamiento y recuerdo que la cancha estaba inclinada. ¡Menos mal que nos tocó avanzar hacia abajo! No había césped, así que el piso estaba durísimo, y a los arcos los armamos poniendo ropas como postes”, detalla Kunzmann. “Jugué de arquero y me hicieron cuatro goles… Pero nosotros les metimos cinco. ¡Les ganamos!”, enfatiza.
Victoria
“Lo mío era el básquet, ahí sí me defendía”, aclara ‘el Ruso’ antes de seguir narrando su experiencia futbolística en La Perla, y remite a un lejano pasado anotando dobles y triples con la camiseta de Ciclista, un centenario club de Paraná. Cuenta que él y sus compañeros no sufrieron represalias por el 5-4, pero que sus improvisados adversarios no la pasaron tan bien.
“Entre los gendarmes siempre había uno que la jugaba de más amistoso o más confianzudo, y uno de esos nos contó que, después del partido, el comandante de ellos, que era un tipo jodido, estaba muy enojado y de alguna manera los castigó”, señala. ‘¡Es increíble que ustedes, con la preparación física que tienen, hayan perdido con una manga de terroristas muertos de hambre!’, les dijeron. Y la verdad es que la figura era bastante cierta, porque habitualmente la comida no alcanzaba o era de muy mala calidad. Recién en los últimos tiempos nos daban los ingredientes para que nos cocináramos, y ahí la cosa mejoró un poco en ese sentido”, puntualiza.
“Nosotros no teníamos ningún entrenamiento y tampoco habíamos jugado juntos. El partido se armó de un momento a otro y debimos afrontarlo. Por suerte, de nuestro lado jugó un muchacho que tenía buen estado físico, porque era tenista, y me parece que él convirtió uno o dos goles”, prosigue. Y repara en la similitud del episodio con la película ‘Victory’, que en nuestro país se conoció como ‘Escape a la victoria’ y protagonizaron los actores Silvester Stallone, Michael Caine y varios futbolistas, entre ellos el brasileño Pelé, el inglés Bobby Charlton y el cordobés Osvaldo Ardiles.
Marcar la cancha
A pesar de estar detenido en La Perla, a Kunzmann le tocó ser testigo presencial del primer partido mundialista que se jugó en el Estadio Córdoba, el Perú 3-Escocia 1 del sábado 3 de junio de 1978. Aquella tarde, los genocidas Jorge Videla y Luciano Benjamín Menéndez compartieron el palco con el titular de la FIFA Joao Havelange y autoridades militares, civiles y eclesiásticas que quedaron retratadas en postales de época.
“Cada tanto nos sacaban a distintos lugares. Nos llevaban a plazas y parques, a las puertas de las fábricas o a las facultades, con la idea de que marcáramos o denunciáramos a compañeros, o que simplemente alguien nos reconociera y viniera a hablar con nosotros”, puntualiza. Y señala que los eventos masivos como el Festival de Folklore de Cosquín, la Feria Internacional Córdoba (FICO) y el Mundial de Fútbol no quedaron exentos de esos operativos conocido como ‘lancheos’. “A algunas compañeras las obligaron a vestirse con uniformes y las pusieron en los stands de la FICO o en el Centro de Prensa del Mundial, que funcionaba en la sede del Jockey Club. A mí, que no era tan lindo, me tocó ir a un partido de fútbol”, apunta.
“Estuvimos con mi pareja en la platea del frente de ‘la techada’. Nos pusieron ahí para que viéramos el panorama y marcáramos un poco la cancha, o para que algún conocido se nos acercara a saludar. Por suerte, nadie nos reconoció. El que nos llevó fue Padován (Oreste Valentín, condenado a prisión perpetua en 2008), al que le decían ‘Gino’, uno de los más jodidos torturadores hijos de puta que hubo en La Perla”, enfatiza.
“En el estadio también hubo casos de trabajo esclavo, ya que a otros detenidos los hicieron laburar de acomodadores en los partidos. Luego nos enteramos que a la plata que estaba destinada para pagarles a quienes debían cumplir esa tarea se la quedaron los milicos que estuvieron en la organización del Mundial”, añade.
“No lo recuerdo bien, pero es probable que yo también haya ido a la inauguración del Chateau”, comenta en relación al encuentro entre la Selección Argentina y el combinado de la Liga Cordobesa de Fútbol, que se disputó el martes 16 de mayo de 1978. “Por entonces ya habían trasladado a un contingente de rehenes a La Perla para matarlos si pasaba algo durante el desarrollo de los partidos”, refiere.
Crónica de otra fuga
A la final mundialista que los seleccionados de Argentina y Holanda protagonizaron el 25 de junio de 1978 en el Monumental de Núñez, Kunzmann también la vio fuera del centro clandestino ubicado a la vera de la entonces flamante Autopista Córdoba-Carlos Paz. “Ese fin de semana estuvimos en el departamento de unos amigos, ya que teníamos un régimen de libertad vigilada. Los milicos nos llevaban y nos traían, y la verdad es que ni se nos ocurría escaparnos: nos habían amenazado con matarnos a nosotros y hasta la quinta generación de nuestras familias”, apunta.
Meses más tarde, ‘el Ruso’ cerraría el capítulo más oscuro de su historia personal. “Una de las cosas más extraordinarias que me pasó en la vida fue salir de La Perla”, repite como una letanía. “Nos largaron dos o tres días antes de que naciera nuestro hijo. La verdad es que no tengo la menor idea de quién me dijo ‘andate y no vuelvas más’, y ni siquiera a dónde fui. Lo importante es que salía de este campo de concentración, aunque pasaba a estar en otro más grande, que era la República Argentina”, enfatiza.
“Al poco tiempo rompimos esa libertad controlada que teníamos y nos fugamos a Brasil, con un hijo de Mirta, el nuestro y mis suegros, simulando que nos íbamos de vacaciones. Cruzamos a Uruguayana en auto, creo que en una Ford Rural que terminamos empujando durante varios kilómetros con mi compañera, ya que se rompió antes de llegar a Paso de los Libres”, explica. “Una vez que pasamos la frontera pedimos asilo político y terminamos viviendo dieciocho años en Estocolmo”, añade.
En Suecia también estuvo exiliado Claudio Tamburrini, el ex arquero del Club Atlético Almagro, que logró escapar de la Mansión Seré, uno de los principales centros clandestinos de detención que funcionó en Buenos Aires, cuya historia fue reflejada en la película ‘Crónica de una fuga’. “A Claudio lo conozco, pero allá no me relacioné tanto con argentinos. Sí con uruguayos, chilenos y gente de otros países. La verdad, lo único que quería era vivir tranquilo”, dice Kunzmann. “Ya que mencionamos a Tamburrini, te voy a confesar algo: soy hincha de River pero también tengo simpatía por Almagro; parte de mi corazoncito está con el tricolor”, apostilla.
De regreso a la Argentina, ‘el Ruso’ hizo un valioso aporte declarando como testigo en los juicios a los militares por causas de lesa humanidad.
Al volver la vista atrás, y rememorar aquel partido de fútbol en La Perla que jugó contra los enemigos de la democracia y los derechos humanos, apunta una última referencia, orgulloso de aquella pequeña victoria en tiempos de derrota colectiva: “Nunca más vimos una pelota, ni antes ni después. Si no les hubiéramos ganado, por ahí nos invitaban otra vez”.
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Jugar de memoria
“La pelota no se mancha”. Con la célebre proclama maradoniana como consigna, colectivos vinculados al fútbol cordobés y comprometidos con la temática de los derechos humanos se reunieron el 8 de julio pasado en La Perla para intercambiar opiniones y experiencias y avanzar en un proyecto conjunto para el abordaje del deporte desde una perspectiva de Memoria, Verdad y Justicia. De la actividad, que se realizó en el marco del 45° aniversario de la disputa del Mundial ’78, participaron hinchas, diferentes actores del deporte, docentes, estudiantes, investigadores y comunicadores.
“La idea fue juntarnos a pensar entre todos qué se está haciendo en cuanto a los vínculos entre derechos humanos y deporte, un tema que nos viene atravesando desde hace años y que tiene que ver con las identidades”, señaló Matías Capra, quien jugó de local en ese encuentro.
“Se trata de pensar el fútbol como un aglutinador, algo que nos atraviesa a todos y nos permite reflexionar. Y también analizar el rol social que han cumplido nuestros clubes en cuarenta años de democracia”, resaltó Daniela Machado, del Espacio para la Memoria Campo de la Ribera.
“Queremos abrir una puertita para indagar el pasado desde el fútbol, mirando hacia atrás pero con una perspectiva actual y dinámica, y buscando llegar a destinatarios más amplios”, explicó Leandro Inchauspe, secretario de coordinación general de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.
En esa dirección destacó la tarea que desde hace cuatro años viene realizando el equipo de trabajo ‘Clubes y Memoria’ y también el convenio de colaboración que Belgrano firmó en 2021 con la Comisión Provincial de la Memoria y la UNC para investigar y reconstruir la historia de socios, hinchas y simpatizantes víctimas del terrorismo de Estado.
De eso sí se habla
“Ojalá sea el comienzo de un largo camino. En los clubes no se trata tanto este tema, y por suerte en Instituto hemos podido construir un espacio que refleja este tipo de inquietudes”, destacó Oscar Motta, de la Subcomisión de Socios e Hinchas de la entidad de Alta Córdoba. Gino Catinari, directivo de ‘la Gloria’, fue más allá y habló de la necesidad de que los derechos humanos sean “una referencia institucional” en los estatutos de las instituciones deportivas.
Facundo Domínguez, de la agrupación tallerista ‘Resistencia 1913’, destacó el hecho de que la actual conducción albiazul haya autorizado la campaña ‘Te pido que hagamos memoria’, que procura avanzar en la reconstrucción de la historia de la entidad en la época de dictadura. “Sabemos que nos toca bailar con la más fea, porque Menéndez se apropió de nuestro club para apuntalar su lucha contra Buenos Aires, pero no le esquivamos a la discusión”, enfatizó.
Al respecto, Gustavo Tissera, de la Comisión Provincial de la Memoria, apuntó que el comunicado de repudio al emplazamiento de una estatúa del ex presidente de la ‘T’ Amadeo Nucetelli frente a la Plaza San Martín fue “muy discutido” puertas adentro de ese organismo y tuvo como intención “reivindicar a los simpatizantes de Talleres secuestrados y desaparecidos”. “Aquello enojó a los hinchas del club y los llevó a profundizar sobre cómo funcionó el terrorismo de Estado en Córdoba”, consideró. “Llegado el caso, no tendremos ningún problema en reivindicar la figura de Nuccetelli”, añadió.
“Muchos clubes no participan porque consideran que el deporte no tiene que ver con la política y sabemos que eso no es verdad”, dijo Fernando Albareda, entrenador, preparador físico y militante de la agrupación HIJOS. “En nuestro ámbito, hablar de derechos humanos sigue siendo casi mala palabra”, apuntó el árbitro Leandro Sosa Abrile, quien considera “una obligación ética y moral” institucionalizar el compromiso del deporte con esa problemática.