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#ArteYPolítica
Las bordadoras rebeldes
Por | Fotografía: Diego Cabrera
Foto: Todos los sábados, treinta mujeres se juntan en Córdoba a bordar sobre temáticas que interpelan la realidad política y social.
Lejos del bordado como actividad introspectiva, treinta mujeres se juntan los sábados en el Museo Evita para interpelar la realidad a través de la recuperación de un saber ancestral.
Publicada el en Crónicas

¿Cómo una mujer que ha estado presa, que ha sido víctima de violencia (en cualquiera de sus variantes), torturada o vive en condiciones de vulnerabilidad es capaz de transmitir tanto dolor? ¿Cómo se canaliza el daño (psicológico o físico) que sufren a diario infinidad de mujeres, fruto de un sistema patriarcal que las limita y condiciona? Un grupo de mujeres encontró en el arte la respuesta y se reúne una vez por semana en uno de los salones del ex Palacio Ferreyra –hoy Museo Evita-, una majestuosa casona de estilo francés que albergó a una de las familias más tradicionales de Córdoba y abrió sus puertas al público como museo en octubre de 2007.

Siempre juntas, tomando mate, contándose cotidianeidades, riéndose y compartiendo experiencias, el colectivo de Mujeres Bordadoras en el Museo -comandado por su directora, Mariana del Val- cada sábado por la tarde se aboca a la tarea de bordar. Bordar para sobrevivir, denunciar, luchar y resistir.

Cada temática abordada en sus producciones es compleja y trascendente. Por eso invitan a filósofos, historiadores, psicólogos, politólogos y sociólogos para ayudarles a pensar y a reflexionar y no quedarse solo con lo que dicta el sentido común.

“Obtuvimos una beca del Fondo Nacional de las Artes y fuimos seleccionadas como capacitadoras para este proyecto que viene trabajando las búsquedas de sentido y al que tratamos de enriquecer desde un lugar un poco más teórico, porque darle acceso a la cultura a la gente no es solo invitarla al museo, sino brindarle la misma posibilidad a aquellos que no han tenido una educación un poco más formal”, explica la licenciada en Pintura y directora del museo, que asegura haber encontrado en el bordado un lugar de diálogo: “Mientras bordamos compartimos, no callamos”.

El espectro que se reúne es muy amplio: chicas muy jóvenes, amas de casa, de sectores populares y con niveles de formación académica muy disímiles. Todas trabajan durante meses en proyectos que son expuestos a fin de año en el espacio.

“Todos los años mostramos lo que hemos ido haciendo pero esta es la primera vez que participan otros colectivos que trabajan sobre distintos tipos de militancias. Es una muestra conjunta que puede verse hasta mediados de septiembre en el Museo y que contempla tópicos como violencia de género, temáticas sobre la represión y la dictadura e incluso los femicidios y la violencia institucional”, detalla Mariana.

El colectivo del Museo todos los años decide, de manera conjunta, bordar un tema trascendental. Esta vez tres colectivos trabajan bajo la consigna de “Los 40 años de Democracia”, muestra que será expuesta a fin de año.

La dinámica es sencilla: cada una empieza a pensar qué es la democracia para ella y cuál es la importancia que tiene. “Y como este año juntamos tres colectivos, la idea es que trabajen el bordado a partir de sus propias miradas y sus lógicas. Por ejemplo, muchas de nuestras integrantes son analfabetas y sin embargo fueron a enseñar a otras mujeres de Barrio Cabildo a hablar sobre violencia desde un lugar creativo; y como respuesta a eso, aprendieron a hacer atrapasueños, es decir que rescatamos un saber de ellas”, dice del Val. 

Primeros pasos

Valeria Alicia Corso (47) y Lorena Videla (42) pertenecen al Colectivo de las Mujeres Bordadoras en el Museo. “Empezamos en 2016 con un proyecto de extensión universitaria, yo era alumna de Mariana del Val y ella proponía sacarnos de la Facultad a las calles. Esa fue una respuesta a un interrogante que yo tenía, que era cómo hacer que el arte saliera de ese lugar egocéntrico e individual y llevarlo a lo comunitario. Yo había viajado unos años antes por Latinoamérica, en la época en que Hugo Chávez y Evo Morales eran presidentes, y volví con muchas ganas de un arte colectivo. Y Mariana nos sacó a los barrios. A mí me tocó ir a la Villa El Nylon, ahí armamos el proyecto Vaivén y logramos crear un museo. Hoy no funciona por cuestiones políticas, porque las elecciones de ese momento desbarataron lo que se venía haciendo, pero lo sorprendente es lo que surgió: si bien ese museo era para niños y jóvenes, empezamos a ver que las mujeres, sobre todo las mamás, se acercaban y querían formar parte y hacer talleres. Entonces el Museo Evita abrió sus puertas para ellas”.

Lorena -madre soltera y al frente de una verdulería- se sumó cuando el proyecto ya estaba funcionando, gracias a su madre y su hermana, que estaban participando: “Me gusta este espacio porque por más que tengamos diferentes vidas, acá somos todas iguales. Yo no sabía bordar, aprendí acá y lo tomé como mi espacio”, dice.

En cuanto a la temática propuesta para este año, si bien la decisión fue colectiva, cada una trabajará su mirada frente a lo que significa la democracia.

“Yo decidí trabajar con algunos temas musicales que en sus letras han sido capaces de poner en foco determinadas cuestiones. Si hay algo que permite el arte es decir cosas que de otra manera no se pueden decir. El arte puede decir lo que la sociedad no se anima de manera directa y yo quiero trabajar eso en el marco de estos 40 años”, dice Valeria.

Lorena está trabajando en la construcción de un bordado que mostrará a una chica escribiendo un libro: “Para eso estoy haciendo un trabajo de investigación, buscando lo más importante que haya pasado en estos cuarenta años. Es muy fuerte ver que algo que hacemos nosotras mismas está expuesto en un museo. Yo vivo en un barrio muy vulnerable y jamás hubiera pensado estar en un museo porque uno tiene una vida muy hostil”, reflexiona.

Bordando luchas

Carlota Marambio (73) pertenece al colectivo Bordando luchas de ayer y de hoy, un movimiento que inició en pandemia con un grupo de jóvenes trabajando con la Imprenta del Pueblo, recuperada en Córdoba. “Ellos empezaron a pensar en cómo propagandizar por otros medios la imprenta y así bordaron la primera manta, que hoy está expuesta en el museo. Cuando empezaron a invitar a otras personas, me sumé y seguimos trabajando otras temáticas”, cuenta.

La lógica de producción de este colectivo, que nuclea a una docena de bordadoras, inicia con un único diseño que luego se divide entre la cantidad de bordadoras, ya que hay muchas compañeras de traslasierra, localidades como Anisacate e incluso de Buenos Aires y La Rioja.

“Muchas de nosotras somos ex presas políticas y el grupo se llama Bordando luchas de ayer y de hoy porque entendemos que el bordado es una forma de denuncia y no una cuestión ornamental o meramente estética, sino que la usamos como un grito de denuncia. Cuando se cumplieron 50 años de la masacre de Trelew, se unieron compañeras de Río Negro también; nos dividimos el paño y las compañeras de Buenos Aires hicieron el primer fragmento, que representa el último momento en que se los vio con vida a los compañeros que después fusilan, cuando entregan las armas en el aeropuerto viejo de Trelew. Y acá en Córdoba bordamos lo que fue la Asamblea del Pueblo en el Teatro Español, en octubre del 72, después de la masacre”, detalla.

Al calor de las luchas y atendiendo las distintas problemáticas regionales, los bordados van desde trabajos acerca de los femicidios que atraviesan el país o, como en el caso de Río Negro, bordados por el agua, la defensa de las nacientes de los ríos y el medioambiente. “Las tres premisas generales que abarcan nuestros bordados son el medio ambiente, los derechos humanos y la cuestión de género”, sintetiza Carlota. 

En Córdoba abordaron también la fuga del Buen Pastor confeccionando una manta gigante que atrapa ese momento: “El diseño es una ventana arrancada, luego se ve la camioneta que arranca esa reja y las compañeras que se fugan. Como nueve de ellas fueron luego desaparecidas, ellas están bordadas como figuras; las otras veinte, como mariposas que vuelan hacia la libertad. Y para el 8M también bordamos distintos cuadros con los rostros de las compañeras desaparecidas”.

El colectivo, que ha sido invitado desde Chile para participar de una muestra por el aniversario del golpe de Estado en ese país, trabaja en el proyecto por los cuarenta años de democracia con un tema candente: “Jujuy resiste, no al saqueo”.

“Hay que denunciar la situación de Jujuy, la gravísima represión, lo que están haciendo con los pueblos originarios, el saqueo de las tierras por el litio y cómo los monopolios se están apoderando de la riqueza del país. Creemos que Jujuy, con la represión que ha llevado adelante el siniestro personaje de Morales, va a ser un caso testigo en el país si llegasen al poder personajes como Milei o Bullrich”, advierten.

Por la paz

La Colectiva Bordamos por la Paz Córdoba está conformada por Carola Margara (47), Sandra Mutal (60) y Daniela Martín (47). El proyecto surgió en 2012, importado desde México, donde trabajan la violencia por la lucha contra el narcotráfico. “Ellos, desde la Colectiva Fuentes Rojas, nos mandaban información de los casos y nosotros organizábamos plazas acá, bordando casos para ellos porque iban a hacer una intervención para el cambio de gobierno. A fin de ese año viajamos para hacer esa intervención y a la vuelta nos planteamos que nosotras teníamos un montón de problemáticas locales y territoriales por las cuales bordar. Entonces empezamos a bordar en 2013 con Abuelas de Plaza de Mayo, luego seguimos con femicidios, casos de gatillo fácil, por Milagro Sala”, rememora Carola. Siempre bordando en espacios públicos, las plazas que realizan -en general los domingos en el Parque de las Tejas o en la Plaza de la Intendencia- son temáticas: convocan a bordar y cuelgan en sogas todos sus proyectos, para exponerlos al público. “Todos los 24 de marzo hacemos un memorial en el final de la marcha con los casos de los nietes que faltan recuperar”, agrega. 

Sandra destaca la importancia de ocupar el espacio público: “Creemos que la visibilidad de estas temáticas es importante y mucha gente que aleatoriamente pasa por donde nosotras estamos se involucra. Lo que tiene el bordado es que no solamente son los casos y el hecho de bordar sino el vincularse y el hacer presente esas violencias en algo físico como es el pañuelo. Siempre decimos que ponemos en tensión varias cosas que tienen que ver con las violencias y también con el campo del arte, las estéticas, donde interpelamos muchas veces cómo debe ser el arte y lo situamos en un espacio otro, que disputa justamente esos conceptos tan arraigados culturalmente”.

La colectiva se encuentra en la actualidad trabajando con la temática de femicidios, con un trabajo importante en materia de archivo que al principio les resultaba costoso pero que a partir de la existencia de observatorios de violencias les resultó un poco más sencillo a la hora de encontrar los casos. “Lo que hacemos es una síntesis de esos casos y los pasamos a los pañuelos, después invitamos a la gente que acompañe con otro tipo de bordados, no solamente el texto, que lo intervengan. Ese material está construido por muchas manos -mujeres, hombres, distintas generaciones- y hoy tenemos un acervo de unos mil pañuelos que tratamos de hacer circular”, concluye Sandra.

Guillermina Delupi
- Periodista -