‘La verdad los hará libres’ (Editorial Planeta) es un trabajo de investigación que contempla tres tomos con información y archivos -inéditos en algunos casos- que dan cuenta del comportamiento que mantuvo la Iglesia en los periodos más oscuros de nuestro país.
La obra estuvo a cargo de profesores e investigadores de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina, quienes tuvieron -por primera vez- acceso irrestricto a toda la documentación de archivos de la Iglesia en Argentina, de la Conferencia Episcopal Argentina, de la Nunciatura Apostólica y de la Secretaría de Estado del Vaticano.
La investigación expone documentación acerca de cómo la Iglesia, a partir de denuncias, de diálogos que mantenía con la Junta Militar o con el presidente de facto e incluso a raíz de su participación de la Comisión de Enlace, fue tomando conocimiento de todo lo que se estaba realizando en el país del terrorismo de Estado. También da cuenta de los miles de pedidos por personas desaparecidas que llegaban a la Iglesia y que ésta optó por no hacer públicos.
Uno de los cuatro editores de este trabajo, el presbítero Luis Liberti, miembro de la Congregación del Verbo Divino desde 1979 y sacerdote desde 1982, dialogó con revista El Sur sobre la investigación que concluyó con la edición de dos libros y que en noviembre sumará el tercer y último tomo, que busca interpretar de la mano de diferentes autores el silencio de la Iglesia ante el horror.
- ¿Cómo es recibido el libro en las distintas presentaciones que están haciendo?
- El libro se ha presentado ya en muchas provincias argentinas. En general hay mucha gente que se acerca y comenta que tiene familiares o conocidos desaparecidos o que han estado presos. En Gualeguaychú, una ciudad que en aquel momento era muy pequeña y que tuvo muchísimos desaparecidos, cuando lo presentamos se notaba que había mucha emoción y contención. Eso lo hemos notado habitualmente en las presentaciones. También hemos notado que reconocen que la obra es seria, que lo que decimos o lo que vamos a interpretar en el tercer tomo, que sale en noviembre, está fundamentado. Nosotros no pretendemos escribir una enciclopedia de la historia, hemos abordado un periodo y hay cosas que están y otras que no hemos llegado a poner. Pero esta no es una obra de punto final, es una obra de punto inicial.
- ¿Cómo se conformó el equipo de trabajo?
- Somos cuarenta y cuatro las personas abocadas al proyecto; y el trabajo final serán tres tomos. En el tomo uno y dos, el núcleo se redujo a 18 personas entre laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas. En el tres se amplía.
- ¿Cómo fue la dinámica de trabajo?
- Desde el inicio hubo una comisión coordinadora, de la cual formo también parte. La obra fue pensada como algo que iba a complementarse mutuamente: el que hablaba de sacerdotes o de laicos o de vida religiosa no tenía que solaparse con otros sino quedarse específicamente en su tema. Así, cuando se hicieron capítulos dedicados a lo cronológico, como en el tomo II, no solapamos lo que ya habíamos dicho en el tomo I con respecto a ciertos temas. Eso demandó que por lo menos cada capítulo, sobre todo los del tomo I, que fue el más complejo y con el periodo histórico más largo, se redactara mínimo tres veces. Una vez que los autores tenían sus originales hacíamos sesiones de trabajo una vez al mes donde todos teníamos que escuchar lo que habíamos escrito y nos criticábamos a nosotros mismos. Esto significó que en algunos casos se hiciera hasta una cuarta redacción. Luego se pasó a un equipo de investigadores que no habían estado en ningún momento en la investigación, la mayoría de ellos dependientes de la Universidad Católica y personas de nuestra confianza, para que nos leyeran. Incluso en esa instancia tuvimos que hacer revisiones de párrafos.
- ¿Qué tiempo les demandó el proyecto?
- Los tres tomos nos demandaron seis años de trabajo. Para el tomo I y II fueron cinco años de trabajo intenso. Al Tomo III lo empezamos a hacer a mediados del año pasado y fue un proceso más rápido. Pero la investigación histórica de barrer los archivos, de las entrevistas, testimonios y solicitudes que hicimos a algunas personas para que dejaran sus testimonios escritos, que luego había que leer y analizar, eso nos demandó mucho tiempo.
- ¿Qué motivó a la Conferencia Episcopal a hacer este pedido?
- Una revisión histórica de cuál había sido la acción de la Iglesia, analizando los mismos archivos de la Iglesia al respecto. Se ha escrito mucho al respecto de la Iglesia desde distintas ciencias como la sociología, el periodismo o la historia. Entonces la Iglesia dijo: vamos a revisar nuestros propios archivos. La solicitud expresa fue que se abrieran los archivos que tiene la Iglesia al respecto y sobre esa base se hicieran los estudios. Por eso la novedad de esta obra, porque por primera vez la Iglesia nos dio el acceso a toda esta documentación sin ninguna restricción.
- ¿Tuvieron algún tipo de traba a la hora de realizar la investigación?
- No. El único problema que tuvimos fue cuando falleció el nuncio Monseñor León Kalenga (NdeR: el religioso falleció en junio de 2019). Hasta que se nombró el nuevo y pudimos acceder a los archivos del Vaticano estuvimos parados un tiempo, pero ni bien asumió el nuevo nuncio nos reunimos con él y a las dos semanas estuvimos trabajando de nuevo. Nunca ningún Obispo, ni siquiera el Presidente o Secretario de la Conferencia Episcopal, nos vinieron a decir ‘esto sí y esto no’. Cuando nos abrieron los archivos, nos abrieron los archivos.
- ¿El Papa tiene conocimiento de este trabajo?
- Sí. El Papa sabía de este proyecto. Él autorizó que nosotros tuviéramos acceso a los archivos de este periodo histórico. Y cuando estuvo en Hungría referenció nuestra obra cuando fue a visitar a los jesuitas.
- En los dos primeros tomos exponen documentación en la que constata que la Iglesia estaba al tanto del terrorismo de Estado, ¿por qué la Iglesia nunca lo hizo público?
- Cuando pensamos la obra completa se pensó desde un inicio que tenía que haber algo interpretativo. Íbamos a escribir una historia muy dura y complicada, pero después teníamos que abrir eso mismo que habíamos escrito a las interpretaciones. Esa es la perspectiva del tercer tomo: es un libro con capítulos más cortos y acotados; no tan complejos como los de los dos primeros tomos.
- ¿Qué puede adelantar de este tercer tomo, que saldrá en noviembre?
- Como decía, la novedad de este último tomo es que habrá una interpretación. Todos los autores del tomo III, que han leído los tomos anteriores, interpretarán la historia. Inclusive algunos autores que hemos convocado hacen su propia reflexión de cómo nosotros escribimos la historia, con otras perspectivas y otros análisis. Ese es un punto muy importante. Luego, hay un análisis sociológico, es decir de cómo podemos hablar de tipologías sociológicas en ese periodo de la historia argentina. Otro capítulo está dedicado al Derecho y está escrito por el Arzobispo de Mendoza, que es Doctor en Derecho Canónico, abogado y procurador. Él propone inclusive nuevas perspectivas para el Derecho a futuro, que tendrían que incorporarse. También hay análisis filosóficos y éticos; y hay cuatro capítulos dedicados a analizar cómo actuaron los Obispos, donde cada autor aborda el tema con distintas perspectivas para hacer ese análisis ético. Hay dos autores que han hecho un trabajo de relevamiento de todo lo que se habló en este periodo, de los documentos de la Conferencia Episcopal y contextualizados en los temas también civiles. Hay otros capítulos dedicados a cómo hacer duelos sin cuerpos, un análisis desde la teología espiritual y también desde la psicología. Y yo soy coautor de un capítulo sobre martirio y testimonio en ese periodo, donde abordamos cómo entender tanta muerte cruenta y dura, los encarcelados, exiliados o las mismas familias que perdieron a sus seres queridos. También hay un análisis desde la teología espiritual.
Documentos inéditos
Entre los materiales que se exponen en lo ya publicado se cuenta una carta del Cardenal Raúl Primatesta fechada el 4 de diciembre de 1978 (en ese momento era presidente de la Conferencia Episcopal Argentina). En el segundo párrafo de la misiva, Primatesta le dice al presidente de facto: “En una reciente carta pastoral los señores obispos han procurado, con un lenguaje mesurado, hablar del doloroso problema, pero ello no significa que no sientan hondamente que la justicia debe prevalecer y que la desaparición de las personas hiere los derechos que los mismos emanan de la acción creadora de Dios”.
En otra carta, fechada en Roma el 24 de agosto del 76, Pablo VI le pide al Cardenal Francisco Pironio que le haga un informe de la situación de la Iglesia en la Argentina. Y Pironio le responde en doce párrafos lo que él pensaba: “La Iglesia ha dicho su palabra clara y valiente a través de la Comisión Ejecutiva del Episcopado. Pero no basta. Haría falta a nivel local y de la Santa Sede una actuación más firme y un gesto de más fácil interpretación. Tal vez en la alocución de los domingos (el ángelus) el Santo padre podría hacer alusión a la violencia en Argentina como lo hace con el Líbano o con Irlanda”.