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#MileiPresidente
Los padres de la criatura
Foto: Macri y Schiaretti ubicaron a sus principales cuadros en el gobierno del primer presidente libertario de la historia.
Mauricio Macri y Juan Schiaretti fueron determinantes para el triunfo de Milei y serán los garantes de la gobernabilidad en los próximos cuatro años. ¿Acta de defunción para el peronismo cordobés?
Publicada el en Crónicas

No era una elección más. De un lado estaba el candidato de Unión por la Patria, Sergio Massa; del otro, un salto al vacío, la improvisación, el fascismo y la reivindicación del terrorismo de Estado. Ni siquiera el viaje de Estela de Carlotto lo hizo cambiar de actitud: el gobernador Juan Schiaretti nunca fue prescindente y eligió siempre como blanco de sus dardos más venenosos al postulante del "gobierno kirchnerista". Más moderado, menos explícito, también el gobernador electo  Martín Llaryora apostó por la derrota del candidato peronista.

Mauricio Macri tampoco anduvo con vueltas. Su candidata Patricia Bullrich no alcanzó a digerir la derrota cuando la empujó a los brazos del libertario para forzar una reconciliación que permitiera sumar los dos tercios del electorado fragmentado que finalmente le dieron el triunfo a Javier Milei. ¿Hubiera ganado igual sin el gesto de Macri? Seguramente. ¿Sin los votos de Schiaretti? También.  Pero una cosa es apurar una alianza casi natural -no parece haber grandes diferencias conceptuales entre el PRO y LLA-  y otra muy distinta jugar en contra del candidato del mismo espacio político. Porque a pesar de sus diferencias, el Partido Justicialista de Córdoba sigue siendo parte del peronismo nacional. Y jugó abiertamente en contra de su candidato, sin que ninguna autoridad partidaria nacional se rasgara las vestiduras. La apabullante derrota de Massa en todo el país licuó las críticas, pero la situación del peronismo cordobés alguna vez tendrá que ser revisada por las autoridades nacionales del PJ.

El desembarco

Si el resultado final de las urnas fue una foto del apoyo del oficialismo cordobés al candidato libertario, los primeros movimientos de la transición evidenciaron que el pacto entre Milei y Schiaretti trascendía la particular "prescindencia" del mandamás mediterráneo. Mientras Milei subía y bajaba funcionarios en cuestión de horas -Carolina Píparo protagonizó el mayor blooper al pedir una reunión con Fernanda Raverta antes de asumir en la ANSES, pero no fue la única- dos funcionarios cordobeses del riñón de Schiaretti desembarcaban oficialmente en el futuro gabinete libertario: el siempre listo Osvaldo Giordano -que había coqueteado con Patricia Bullrich en plena campaña electoral- y el secretario de Transporte de la Provincia Franco Mogetta. A quienes se sumó -aunque al cierre de esta edición no había sido confirmado- el saliente presidente del Banco de Córdoba, Daniel Tillard, con fuertes chances de desembarcar en el Banco Nación. Y hasta se mencionó el nombre del cordobesista  Fabián López para la cartera de Obras Públicas que -según la advertencia de la verborrágica futura canciller- parará la totalidad de las obras públicas en marcha.

Como pareciera ser la regla en los futuros nombramientos de Milei, el apellido Tillard no está exento de escándalos: en abril su hijo Ignacio -propietario de la sociedad de bolsa Max Capital- fue denunciado por generar una corrida cambiaria contra el gobierno de Alberto Fernández. Su madre, la esposa del funcionario cordobés, debió enfrentar varias causas por malversación de fondos millonarios de la Administración Nacional de Seguros de Salud, el Pami y la DGI durante la presidencia de Carlos Menem.

Aunque dijo que en todos los casos se trata de decisiones personales de sus ahora ex funcionarios, Schiaretti aporta tres piezas claves de la estructura económica del cordobesismo al improvisado gobierno libertario. Parece demasiado premio para un candidato que quedó  muy lejos de entrar al balotaje, pero cuyas críticas acérrimas al candidato oficialista contribuyeron a mermar su performance electoral en Córdoba.

El líder en las sombras de Juntos por el Cambio, Mauricio Macri, utilizó argumentos idénticos a los de Schiaretti para avalar el ingreso al futuro gobierno libertario de sus propios alfiles: Caputo y Bullrich vuelven por la puerta grande tras haber endeudado al país por cien años y apañado los crímenes institucionales de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel a manos de Gendarmería Nacional.

Macri y Schiaretti compitieron sin ruborizarse en la puja por la presidencia de la Cámara de Diputados -impulsaron a Cristian Ritondo y Florencio Randazzo respectivamente-, pero sucumbieron ante la picardía de Martín Menem, hijo de Eduardo, ex senador vitalicio  del menemismo. A pesar de su inexperiencia política, el joven libertario de la primera hora parecía encaminarse decididamente hacia la jefatura de la Cámara Baja.

Viejos socios

El vínculo de Schiaretti con Macri es de vieja data, pero la sospecha de que la alianza entre ambos trascendía la mera simpatía ideológica para convertirse en una efectiva alianza política afloró con toda la furia después del triunfo de Milei.

El rol de Schiaretti en la campaña electoral y el desembarco de sus alfiles en el futuro gabinete de Milei exponen la crisis y posible fractura del peronismo bicéfalo que caracterizó a Córdoba hasta la muerte de José Manuel De la Sota. Y es que el talentoso fundador de Unión por Córdoba, fiel al legado de Perón, no dejó herederos y desde su desaparición sus seguidores no logran articular un espacio común capaz de disputarle poder al gobernador saliente, de quien cada vez toleran menos sus coqueteos con Macri.

No es la primera vez que Schiaretti se aleja del ideario peronista: en los '90 supo enfrentar al propio De la Sota encabezando la lista apadrinada por Domingo Felipe Cavallo, por entonces ministro estrella del presidente Carlos Menem.  Pero el inesperado giro del pragmático De la Sota hacia el ultra menemismo -se asoció con Germán Kammerath y se convirtió en el adalid del intento re-reeleccionista del riojano para ganar la Gobernación de Córdoba- desactivó la disputa con Schiaretti, que se terminó asociado al "Gallego" en un pacto que incluyó la alternancia de ambos en el poder mediterráneo.

Schiaretti intentó capitalizar la buena relación de De la Sota con Massa integrando al tigrense a su frustrada construcción de la ancha avenida del medio, pero al final todos lo dejaron solo: Massa se sumó al Frente de Todos, Pichetto secundó a Macri en la fórmula presidencial de Juntos por el Cambio y Urtubey dejó la gobernación de Salta para tomarse algunos años sabáticos.

¿Y Llaryora?

Aunque pareciera que fue hace un siglo, Martín Llaryora ganó este año por estrecho margen las elecciones provinciales y retuvo con mayor holgura la Municipalidad de Córdoba. Desde entonces cultivó un bajo perfil, se fue de viaje y apoyó casi por compromiso la incursión nacional de Schiaretti hasta que quedó fuera del balotaje. Intentó diferenciarse del gobernador acatando una prescindencia más real que la de su socio político, aunque a la luz de los resultados no movió un dedo -mucho menos el aparato municipal de la capital provincial- para apuntalar la candidatura de Massa.

En sintonía con Schiaretti y su esposa, la senadora Alejandra Vigo, Llaryora se apuró a declarar a los cuatro vientos que brindará desde Córdoba la gobernabilidad que necesita el nuevo Gobierno. Pero quedar pegado a una aventura de final incierto, como se avizora la gestión del libertario, podría perjudicar seriamente su inconfesada ambición presidencial. Favorecido por el desembarco de funcionarios cordobeses en áreas claves, Llaryora deberá mantener cierta distancia y buscar a su vez convertirse en el interlocutor de los gobernadores peronistas. 

Hernán Vaca Narvaja
- Periodista y escritor -