El 15 de diciembre, en la galería donde está El Espejo Libros, pleno centro de la ciudad de Córdoba, hubo un encuentro diferente: reunidas como si estuvieran compartiendo un fogón, cuatro madres luchadoras, un grupo de docentes y otro de estudiantes contaron a quien quisiera acercarse la compleja trama de una lucha que ya lleva dos décadas y que ahora se puede repasar en formato de libro, cuyo título es en sí mismo una proclama: “Los derechos no se mendigan. Madres de barrio Ituzaingó Anexo”, publicado por El Espejo Ediciones.
El libro cuenta parte de la intimidad de una lucha de veinte años y de alguna manera interpela el discurso político de quienes ganaron las últimas elecciones presidenciales, que niegan los problemas ambientales que vive el planeta. Las madres que narran sus historias en este libro son cuatro: Vita Ayllón, Isabel Lindón, Norma Herrera y Marcela Ferreyra. Entre ellas se cuidaron y duelaron a seres queridos y vecinos. “Éramos más, pero por distintos motivos fuimos quedando nosotras en este grupo, y también seguimos en el mismo barrio tratando de mejorar su calidad de vida. Una de las cosas que se denuncian en el libro es la falta de compromiso de la ciencia, pero también la falta de preparación en estos temas”, cuenta Vita a revista El Sur.
Escuchar a las Madres de Ituzaingó Anexo contar de primera mano el calvario por el que pasaron y siguen pasando es impactante: la lucha comenzó en 2001 desde el absoluto desconocimiento sobre lo que estaba causando las enfermedades y luego las muertes en el barrio; cáncer y malformaciones, pero también depresión y suicidios. Las Madres, amas de casa, trabajadoras, recorrieron los catorce kilómetros que separan el barrio del centro para buscar ayuda del Estado, pero en cambio encontraron maltrato, abandono e indiferencia por parte de quienes debían garantizar sus derechos básicos.
Larga lucha
El barrio estaba rodeado de plantaciones de soja –el “oro verde” de estos tiempos-, que eran fumigadas con distintos agroquímicos contaminando el suelo, el agua, el aire y los cuerpos de sus moradores. La lucha comenzó con el nuevo siglo, pero las fumigaciones recién cesaron en 2008.
Lucía Aichino, doctora en Geografía y docente de la Universidad Nacional de Córdoba que coordinó el equipo de profesores y alumnos que devino en la escritura del libro, cuenta a revista El Sur cómo fue la concreción del proyecto: “Las madres son hermosas personas, no solo por su lucha, sino por todas sus experiencias y lo que transmiten en cada palabra. El libro está escrito con la técnica de la historia oral, que se basa en diálogos. Acudimos a este formato, porque ellas nos convocan, a una docente de historia y a mí de geografía. Pero nos convocan por el acercamiento que tuvimos con ellas participando en las marchas. Trabajamos mucho para que dieran charlas en escuelas y en la Universidad y de ahí surgió la invitación para que las ayudemos a hacer el libro. La fortaleza de ellas está en la oralidad, y nos pidieron que arrancáramos haciéndoles preguntas. Pusimos en valor la narrativa oral”.
“Considerando el vínculo que tuvieron los primeros trabajos de historia oral en Argentina, en el marco de la dictadura militar y el ejercicio de hacer memoria. Las Madres de Ituzaingó recurren a la imagen de las Madres de Plaza de Mayo como su norte, como su ejemplo de lucha. Entonces nos valimos de este recurso para escribir sus memorias, sus historias y recuerdos. Es el modo en que ellas han decidido seguir con la lucha, considerando también que está impune la causa madre”, agrega Aichino.
El legado
-¿Por qué escribir un libro sobre el proceso de esta lucha?
-Norma Herrera: Este libro hace varios años que lo queríamos hacer, porque era un sueño que teníamos y nos organizamos con la ayuda de un grupo de docentes y alumnos universitarios. En eso estuvimos durante dos años, trabajando codo a codo, ellos nos escuchaban, grababan y transcribían. Teníamos muchísima información y había que seleccionar lo más importante y de a poquito ir armándolo. Y estamos muy agradecidas porque pusieron solo lo que nosotros dijimos, no agregaron nada. Ese libro dice toda la verdad. Hay otros libros escritos por periodistas, pero para nosotros es este el que dice la verdad sobre lo que pasó acá. Este libro es nuestra voz.
-Vita Ayllón: Lo fundamental es dejar por escrito una lucha que la hacen mujeres comunes, no es habitual que personas como nosotras se animen a escribir un libro y encuentren a las personas necesarias que te ayuden. La idea fue dejar un mensaje, más que contar la historia personal. Un mensaje para otras mujeres, nuestra lucha no ha sido solo por los agrotóxicos, si bien empieza como una lucha por la vida, es una lucha por los derechos del ser humano, de las mujeres. Porque vivimos en una sociedad donde la palabra nuestra no vale lo mismo que la del hombre. No se las toma a las mujeres como personas que pueden luchar por sus derechos. Pero nosotros estábamos muy conscientes y es algo que nos ha mantenido en estos veinte años: saber por qué luchábamos, conocer el peligro al que estábamos expuestas. Es un libro para concientizar a la gente que los agrotóxicos son veneno: matan. Y que tenemos derechos, y debemos defenderlos. Los docentes y alumnos que nos ayudaron son de fierro, porque nosotras somos un desorden, hablamos todas juntas.
-Después de tantos años de un proceso tan estresante, ¿Cómo fue hacer un libro?
-Norma Herrera: El grupo que se armó para escribir el libro nos ha dejado grandes amigos, excelentes personas que hemos conocido, eso es lo que yo valoro, la amistad que quedó. Cuando llegamos a la presentación en El Espejo Libros no lo podía creer: ver un libro nuestro en una librera fue impactante para nosotras. Sentimos que dejamos un granito de arena para el futuro, ¡no tiene explicación lo que sentí!
-Vita Ayllón: De positivo todo, en veinte años no habíamos encontrado personas a las que les depositáramos toda nuestra confianza: decirles vengan y escriban nuestra historia. Estos docentes y alumnos universitarios se arriesgaron, porque es salir de la Universidad a hacer un trabajo con gente que no es de su ámbito. Hubo mates, charlas, de a rato lloramos, nos reímos. Nos quedan los mejores recuerdos y la amistad que creció entre todos. Este libro fue una experiencia muy linda, porque la primera presentación se hace unos días antes acá en el Centro de Salud en el barrio. Y acá todos te conocen, te presentas a cara lavada. Fue una experiencia muy linda, porque fue con nuestra gente. Todos participaron y después bailamos. Se vendieron catorce libros: ¡estamos felices!
-Las fumigaciones pararon en 2008. ¿Siguen apareciendo enfermedades en el barrio?
-Norma Herrera: Sí, cada organismo reacciona en distintos tiempos y de distinta manera. Van apareciendo cada tanto. Lamentablemente estamos solos, porque el Estado está ausente en todo esto.
-Vita Ayllón: Lo que hemos pedido toda la vida es que se haga un seguimiento, porque acá hay estudio de cielo, de agua, de aire y de personas, se verificó que todo fue contaminado. Hoy hay adultos -que en aquel tiempo eran niños- que tienen hasta seis agrotóxicos en el cuerpo. Nuestro pedido es que se haga un seguimiento de esas personas. Cuando vamos al Ministerio de Salud el medico que hace los estudios de biomarcadores nos dice que los agrotóxicos que las personas tienen en su cuerpo los van a eliminar, que no hace falta un seguimiento. Nos dijo una mentira: eso no se elimina. No somos médicos, pero nos hemos informado y no es así. Entonces, no sabes cuáles son las secuelas que te puede dejar. Los riesgos están, y no sabes cuándo te puede tocar, depende de tu organismo. Ese médico dijo lo que el Ministerio de Salud quería escuchar. Siguen apareciendo enfermedades en el barrio, eso no para. A lo mejor en un mes tenemos cuatro o cinco fallecidos. ¡Nosotras hemos dejado de actualizar el mapa por la salud mental nuestra! Hicimos el mapa y fuimos poniendo los puntitos rojos que son los fallecidos, pero no son puntos, son personas. Entonces nos afecta, ¡nos duele que se vaya la gente así!
-¿Cómo sigue esta lucha?
-Vita Ayllón: Primero fue a través de los medios de comunicación, porque era un problema que no estaba instalado en la sociedad. A cada medio de comunicación que nos invitaban, ahí estábamos. Mientras se decía que la soja era la salvadora del mundo, nosotros decíamos que no es para consumo humano, que nos están envenenado. Pero llega un momento en que eso no es más noticia, los medios de comunicación no se hacen eco, no te dan más bolilla. Por eso decidimos que hay que empezar desde la educación. Yo fui portera en una escuela toda mi vida y por el contacto con los docentes me empezaron a invitar a la Universidad. También conocía a la vicedirectora de la escuela Ejército Argentino y trabajó muchísimo concientizando en esa escuela y en el barrio. Y nos abrió las puertas para ir a congresos, para entrar a las escuelas y a distintas facultades de la UNC. Después de tantos años, nosotras estamos grandes y ahora decimos: ¡hay que cuidar la salud mental! Entonces el libro va a ser otra manera de entrar a distintas instituciones educativas y concientizar.