Ana Mohaded es una mujer de voz cálida y tremendamente potente. Mientras desarrolla sus ideas es difícil imaginar que fue secuestrada y presa durante los años de la dictadura cívico-militar. Lejos del resentimiento, habla de la fuerza del abrazo, los lazos sociales y el resurgir del dolor con los otros. Cuando recuperó su libertad retomó sus estudios y egresó de las carreras de Comunicación Social y Cine de la UNC. Es docente universitaria y realizadora de documentales (varios pueden verse en un canal de YouTube que lleva su nombre). Escucharla permite entender que la historia es cíclica y que los períodos oscuros siempre van acompañados de ataques a la educación y la cultura. “Yo inicie mis estudios en el ´73, en un tiempo que fue una primavera democrática porque se recuperaba la democracia en el país luego de muchos años de dictadura. Fue un año de muchísima participación, muy interesante por la convocatoria que les jóvenes teníamos en relación a proponer un proyecto de país muy deseado, muy desafiante. Veníamos del Cordobazo, del Viborazo y eso quedaba inscripto en nuestra memoria”, evoca Ana. “Para quienes estábamos involucrados con la cultura era un tiempo de muchas preguntas, pensamiento crítico, proyecto colectivo. A partir del involucramiento, logramos armar el primer centro de estudiantes de la Escuela de Artes, con una alianza muy amplia donde estaba casi toda la izquierda de ese momento, la JP, la Juventud Guevarista, la Corriente Universitaria por la Revolución Socialista. Ganamos y fue maravilloso, nos interpelaba poder construir y narrar un proyecto político-estético”, agrega. Pero en 1975, dice, empezó la persecución con la “Misión Ivanissevich”, cerraron la Facultad "con la excusa de que se iba a desinfectar, nos dejaron sin clases y secuestraron al director, que había sido elegido por nosotros en asamblea”.
-¿Cuándo fue tu secuestro?
-A mí me secuestran en el ´76, me blanquean como presa política al poco tiempo y me liberan cerca de la democracia, en diciembre del ´82. Cuando salgo es un momento muy intenso, porque tiene ese componente que uno sale y se encuentra con la familia, se abraza con el pueblo, y además ¡estaba viva, había logrado salir! Un tiempo muy oscuro el ´76: los campo de concentración, las cárceles fueron muy duras. Sobre todo la de Córdoba, después me llevaron a Buenos Aires. Primero fui secuestrada y luego pasé a estar presa. Mi familia apenas sabía, pero no quiere decir que me pudieran ver, fueron años de incomunicación. Recién los últimos años hubo visita, inclusive vino la OEA, la Cruz Roja Internacional y me convertí en una presa legal.
- ¿Y cómo rearmaste tu vida cuando recuperaste tu libertad?
- Cuando salí lo primero que celebré era que estaba viva en un territorio que era un páramo. Luego intenté reconstruir mi vida; mi mayor preocupación era poder devolver algo de lo que hicieron mis viejos, los organismos de Derechos Humanos, tratar de narrar lo que sabía; y en segundo lugar ver si podía volver a estudiar. En un contexto en el que no había tecnología como ahora y habíamos estado mucho tiempo aislados, no sabíamos quienes estaban vivos y quienes muertos, desaparecidos, quienes exiliados. Era un agujero negro, nada estaba en su lugar. Hubo un trabajo muy lento para rearmar esa información. Hoy hay una lista de desaparecidos.
-¿Cómo te repusiste a tanto horror?
-Por la experiencia de aquel proyecto, que realmente fue maravilloso, nos abrazó y nos dio tanto. Seguía sintiendo internamente que teníamos una fuente de vida, una energía vital y amorosa, y yo quería seguir bebiendo de eso. Lo que había experimentado con el otro proyecto era la muerte, el desierto, el dolor, el odio, el daño. Pero la fuente de vida que nosotros proyectábamos seguía siendo muy vital y estaba ahí, era una energía central para cualquier cosa que quisiera hacer, tenía que alimentarme de eso. También hay algo muy profundo en el amor que recibí de tanta gente mientras estuve en la cárcel y que abrazó a mi familia. La red de Familiares, de Madres, de Abuelas, fue muy protectora. Una fuente vital que nace porque nosotros somos personas a como dé lugar y fuimos cuidadas, y nosotros también tenemos que cuidar. No hay proyecto más trascendente para nuestras vidas que eso.
NEGACIONISMO
-¿Cómo analizás la reivindicación del gobierno actual a la dictadura militar?
-El proyecto de muerte, individualista, en el que el dinero está por sobre las personas, es una proyecto que siempre está. En algún sector hace pie, y a veces se expande. Eso depende mucho de cómo la sociedad puede ir tramando sus propios abrazos para defenderse de eso. Es un tiempo cruel, no solo en Argentina. Miremos a Palestina, es insoportable pensar lo que pasa allí. Uno cree que en su trayecto de vida hay un crecimiento, mayor humanidad, pero no hay que olvidarse que es un proyecto siempre en disputa, ¡siempre!
- La derecha siempre al acecho...
- Uno piensa que el esclavismo ya no está, pero tienen nuevos modos: la explotación, la trata de mujeres. Hay nuevos modos de continuar con aquello que uno cree que está desterrado desde la Asamblea del año XIII. Esas tensiones están y en cualquier momento crecen, explotan; por eso estamos llamados a seguir abrazándonos. Hay momentos más propicios para que esas tensiones crezcan. Pero en la medida que uno se sabe parte de este mundo, y que tu felicidad está atada a la del conjunto, uno fundamenta su esencia. Por eso, aunque alguien hable de los derechos humanos como “un curro” o que no son treinta mil los desaparecidos, existe un movimiento de derechos humanos que deja kilos de historia, experiencias de vida, ejemplos, modos de haber construido desde el dolor, y de haber hecho del dolor un lazo afectivo con todos los demás, la construcción de los pañuelos verdes, diversidad de vivencias en los barrios.
-¿Cómo percibís el movimiento estudiantil hoy?
-Hoy voy a hablar muy influenciada por la marcha universitaria del 23 de abril. Me parece que el movimiento de estudiantes tiene, mirándolo casi a mis setenta años, algo de irreverencia, que es necesaria en la sociedad para poder mover aquello que está instituido. Mi generación fue muy irreverente y además pretendió dar vuelta todo. Algo de esa irreverencia es necesaria, pero el movimiento estudiantil no puede mover todo, porque también hace falta concatenarse con la sabiduría de aquellos y aquellas que tienen la experiencia para decir: si vas por ahí te puede ir mal. Esa conjunción es muy importante.
- ¿Los jóvenes de hoy tienen la rebeldía que tenían ustedes?
- A veces pareciera que les jóvenes pierden la irreverencia y se vuelven conservadores. De todas maneras, hay algo de la irreverencia que en algún momento vuelve a instalarse. ¿Por qué? Justamente por no tener el peso negativo de la experiencia, de pensar: “esto puede salir mal”. Había un temor hasta hace unos días de que les jóvenes venían siendo muy conservadores, que habían cambiado y eran más permeables a estos discursos hegemónicos del individualismo. Sin embargo verles el otro día como movimiento estudiantil ahí juntes, desde distintas corrientes estudiantiles de la universidad, de los secundarios. Y otra vez les jóvenes enseñan algo cuando uno ponía cierta sospecha sobre su modo de actuar. Hace rato que nos vienen diciendo que hay algo que hemos hecho mal: si hemos llegado a un mundo más individualista es la dirigencia en general y la sociedad quienes lo han permitido. Entonces tengo expectativas, no ingenuas, y estoy convencida de que tenemos que asumir responsabilidades en como mantenemos el diálogo con les jóvenes.
-¿Cómo sigue la lucha universitaria, cuando al día siguiente de la marcha no hubo quorum en diputados para tratar el presupuesto?
-Es un tiempo de mucha ilogicidad. Es incomprensible que un legislador esté en la marcha y luego no se presente a debatir. Las personas y las definiciones políticas son complejas. Es un tiempo muy enredado, cada quien tiene argumentos para cada cosa, hay mucha tensión entre la palabra y el hacer. Falta su vinculación ética, el compromiso entre la palabra y el hacer. Cualquiera valida cualquier cosa. Sin embargo confío en el abrazo, la ética política y la posibilidad de ir transparentando los resultados que tienen las acciones. Es muy importante reafirmar las prácticas, uno no tiene que cansarse por eso. Aunque al principio te desalienta porque uno espera que los procesos sean lineales y no lo son. Tengo mucha confianza en nuestras estrategias, no hay otro modo de construir verdades que no sea con prácticas y con modos de significar esas prácticas. Las artes tienen mucho para aportar ahí.
-¿Por qué el Gobierno nacional se ha ensañado con la cultura?
-Porque la producción cultural otorga significado a las prácticas y esos sentidos entran en disputa con otros. Por algo cierran el INCAA. Al arrasar con las dinámicas culturales y primar las empresas mediáticas, son éstas las que otorgan mayormente sentido a las prácticas sociales. Y nosotros apenas tenemos nuestros cuerpos, con las dificultades orgánicas que tenemos para trabajar porque no tenemos espacios, presupuestos; pero nos tenemos a nosotras y nosotros. Hay una disputa, muy clara: son las empresas mediáticas versus toda la producción cultural que ha sido atacada, arrasada, desfinanciada, desestructurada, perseguida, puesta en duda, como si fuera una cosa superflua y subjetiva de un grupo. Mientras por otro lado se valora y se les da todo el poder hegemónico a las versiones que imponen las empresas mediáticas.
-¿Qué pensás de la acusación a las instituciones educativas de adoctrinar?
- Estamos ante una estrategia discursiva muy fuerte, que además se ampara en un modo de concebir el mundo donde las personas son tablas rasas para ser conducidas hacia... Hay algo ahí que anida en sus propios deseos y proyectos políticos, que se propone que la gente sea tabla rasa para conducirla a aquello que dicen que va a suceder en cuarenta y cinco años. Una promesa que no se puede palpar, como la flauta de Hamelín. Podrá sonar un rato para las ratas, pero las personas en un momento dicen “me cansé, yo no sigo para allá”. En la universidad hay un conjunto de profesores que no piensan que ellos tocan la flauta; no son Hamelines, saben que hay una construcción que es interpersonal. La educación es un proceso de construcción compleja intersubjetiva. Aun cuando vos creas que estás dando una verdad para siempre, el año que viene está otro docente que narra de otra manera, y pone otras versiones. Aun cuando haya hegemonía, anida cierta diversidad. Nuestra universidad en eso es maravillosa, tiene un proyecto que va más allá del proyecto político que pueda seguir la conducción de una universidad. Porque tiene adentro una tradición de debate, de diversa bibliografía, de metodologías que ponen en cuestión todo aquello que pueda ser total y vertical. Lo mismo que la cultura, tiene más presupuesto la “alta cultura”, sin embargo el pueblo también la produce y por eso tenemos tango, cuarteto, aunque alguien se apropie y lo transforme en un negocio. Pero no todo se puede capturar.