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#CrisisHídrica
La isla se queda sin agua
Foto: Los incendios, la sequía y la voracidad inmobiliaria atentan contra la sustentabilidad ambiental.
El último verano miles de personas de Sierras Chicas y el Valle dePunilla sufrieron la falta de agua. Especialistas advierten que su disponibilidad es cada vez más escasa como consecuencia de la degradación ambiental y la falta de planificación urbana.
Publicada el en Crónicas

Levantarse con el cuerpo pegado al colchón por la transpiración, caminar guiados por la automática costumbre hasta el baño, mirar los ojos entreabiertos en el espejo y abrir la canilla para que el agua nos lave la cara, nos ayude a empezar el día. Entonces sí, despertarse de verdad al ver que nada, ni una gota, cae sobre el lavatorio. Lavarse los dientes en el patio y escupir en medio de pastos amarillos rodeados de árboles marchitos. Amanecer en el exacto paisaje del invierno con una sed de 40 grados. Amanecer en la sequía cordobesa.Durante el último verano esperar la lluvia fue una condena para decenas de barrios y localidades de Sierras Chicas y el Valle de Punilla que sufrieron la falta de agua.

Para algunos fueron un par de días, una semana, una quincena. Difícil cuantificarlo: sin agua, el tiempo pasa distinto. Con su exceso también: el pasado 15 de febrero pueblos y comunidades realizaron distintas actividades para recordar, como si fuera ayer, los días de inundación que marcaron sus vidas 7 años atrás. “Este verano fue excepcionalmente grave la falta de agua. En algunos barrios de Cosquín desde octubre empezaron a estar sin agua, y en enero explotaron todas las localidades con protestas por agua”, cuenta Adriana Arriaga, bióloga e integrante de la Asamblea Ambiental de Cosquín. Y relata: “Un amigo nos decía con tristeza que al Río Yuspe lo agarraba con una mano… era un hilo de agua. Es gravísimo. Barrios que nunca les había faltado el agua y les faltó, gente que ya no podía regar sus huertas. Han puesto en peligro la provisión de agua y eso se nota”.

Por su parte Joaquín Deón, geógrafo y becario de CONICET que lleva años investigando la situación socio-ambiental de las sierras cordobesas, explica: “Estamos ante un contexto cada vez más acuciante y seguido de baja disponibilidad de agua, traducido en sequias prolongadas”.Para explicar el riesgo de escasez de agua para la población que atraviesa la provincia, especialistas e integrantes de organizaciones ambientales trazan un panorama complejo que va desde cuencas degradadas y crecimiento inmobiliario sin control hasta la contaminación de diques enteros. Esperar que las lluvias lleguen o el tsunami se detenga, como plantearon distintos funcionarios en momentos de emergencia, es el mejor modo de evadir las causas de esta emergencia y las políticas necesarias para que no vuelva a repetirse.

El origen de nuestras canillas

Caminar por la automática costumbre hasta la cocina, abrir la cafetera, ubicarla bajo la canilla. Y otra vez nada. Rebuscar entre los envases de plástico que han ido poblando la cocina como un altar de la Difunta Correa hasta encontrar uno de los últimos bidones de agua comprada en la despensa. Tomar ese líquido con los ojos clavados en el sol radiante. Dejar la taza sucia para seguir acumulando vajilla y hacer rendir el balde que queda para lavar los platos. “Lo que ha ocurrido es que en la zona de Sierras Chicas y Punilla la enorme cantidad de lluvias del año anterior fueron arrastradas a los cauces con cuencas peladas”, señala Deón y detalla que estas cuencas son vitales no solo para Córdoba sino para otras provincias, porque es el lugar donde se colecta agua natural en precipitaciones, que se va liberando el resto del año en esta zona semiárida. Con los incendios y desmontes de la última década y media, estas cuencas se han transformado en toboganes, ocasionando inundaciones en época de lluvias y escasez por falta de retención en el subsuelo en otras épocas del año.

“Así es que este verano se secaron los cauces de ríos en Salsipuedes, Chavascate, Agua de Oro y muchas más situaciones graves en las cuencas. Si no se revierten los cambios en el uso de suelo, estas situaciones pueden llegar para quedarse”, advierte Deón, quien también integra la Coordinadora Ambiental de las Sierras Chicas. El Instituto Gulich de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y la UNC ha demostrado mediante diversos estudios como la expansión urbana, la construcción de vías de comunicación y la extracción de recursos naturales, han generado en los últimos años cambios en la cobertura vegetal y erosión de suelos, avanzado sobre las cuencas serranas.

Distribuir el agua

Salir de la casa y comprobar que el arroyo ha desaparecido. Reunirse con otras familias que también sufren sus tanques vacíos y buscan soluciones. Comprobar que el agua de red solo volverá con la lluvia. Anotarse entonces en una lista de espera, para que un camión del municipio llegue en unos días a entregar 500 litros de agua marrón por casa, que habrá que hacer durar unos cuantos días más con los 40 grados que el pronóstico anuncia.

El barrio de Cabana, en Unquillo, se ubica en la Reserva Hídrica Natural Los Quebrachitos y es uno de los pocos lugares que aun se autoabastece del arroyo local. En enero pasado esa fuente de agua también se fue secando, lo que sumado a los problemas de infraestructura generó una situación de emergencia extrema. Hasta fines de los años 80 la mayoría de las localidades serranas estaban conectadas, al igual que Cabana, a sus propias cuencas, pero a partir del crecimiento en el consumo la disponibilidad disminuyó y volvió inviable este abastecimiento, recuerda Deón. “No es cambio climático sino emergencia climático ambiental”, dice el geógrafo de la UNC. Y señala que tanto en Sierras Chicas como en Punilla la concentración de la tierra en pocas manos se traduce en el avance de tres actividades principales que impactan sobre la disponibilidad de agua para sus habitantes: la ganadería, la minería, y el negocio urbano.

La expansión urbana no planificada es un factor central. Deón explica que tanto en Sierras Chicas como en Punilla y Calamuchita existen aún muchos terrenos baldíos que pertenecen a zonas rojas de máxima conservación de bosque nativo y que grandes empresas inmobiliarias están alambrando y vendiendo sin dar aviso de que en dichos lugares está prohibido edificar por ley. Así, cuando los propietarios exigen a los municipios que les den agua se enfrentan a esta prohibición y terminan haciendo pozos sin ningún control. Esta problemática también está asociada con la desigualdad: “Se le da el agua en cantidad a quien la paga y para un uso de diversión. Desde los fideicomisos de barrios cerrados se paga más para tener más cupo”, denuncian desde la Coordinadora Ambiental de las Sierras Chicas sobre una situación que se repite en varias localidades.

Planificar para prevenir

Salir a las calles del pueblo con un bidón vacío, ya no para buscar ayuda, debatir, comprar agua, sino para manifestar entre miradas de vecinas y vecinos que comparten la desesperación de la sed. Recorrer puentes, rutas, esquinas con decenas de envases vacíos que se multiplican para terminar depositados en la puerta de un municipio, como un grito de gargantas secas que demandan respuestas. “La marcha de los bidones vacíos se hizo en Cosquín, Santa María, Capilla del Monte, Parque Siquiman y ya veníamos con dos semanas de protestas en las calles, porque en todos lados estaba escaseando el agua”, cuenta Adriana Arriaga. “Marchamos con mucha indignación –recuerda- porque varios intendentes sacaron en enero una nota atribuyendo la falta de agua a la falta de lluvias, al aumento de población por turismo, a las piletas y pidiendo que cuidáramos el agua. ¿Qué agua voy a cuidar si no tengo?”.

Desde las asambleas ambientales de Punilla denuncian que una de las mayores causas de la escasez es también la falta de infraestructura: no se realiza mantenimiento en las tomas de los ríos, las cañerías de distribución son insuficientes para la cantidad de habitantes y la planta potabilizadora de Cosquin, por ejemplo, lleva 15 años sin un mantenimiento adecuado. En Sierras Chicas los problemas de infraestructura también fueron determinante este verano, ya que la escasez se agravó por la rotura del acueducto de La Calera, que dejó sin agua a varias localidades a principios de enero.

La contaminación de los reservorios de agua es otro factor que pone en riesgo el abastecimiento. Este es el caso de la capital provincial, que se abastece de los diques San Roque y Los Molinos. Según el biólogo Federico Kopta Kopta del Foro Ambiental Córdoba, la principal causa de contaminación en estos casos “son los líquidos cloacales, que van generando la eutrofización, en el caso de San Roque con un dique hipereutrofizado y con un proceso similar en Los Molinos. La expansión inmobiliaria, sobre todo de los últimos diez años, muestra la falta de políticas de tratamiento de efluentes y de ordenamiento territorial”, detalla.

Cambios climáticos y políticos

El panorama vivido en los últimos meses señala la necesidad de un cambio de rumbo en las respuestas que gobiernos provinciales y municipales han dado hasta ahora frente a la realidad hídrica de Córdoba. “Las respuestas se ven con respecto a las acciones realizadas a partir de las inundaciones del 15F y la realidad es que en las cuestiones estructurales, que tiene que ver con la condición ambiental de vegetación nativa para retención de agua, no se hizo nada; al contrario, las política relacionadas con el fuego son cada vez más facilitadoras de incendios”, señala el presidente del Foro Ambiental Córdoba. Y agrega que en una zona semiárida y con cuencas que ya son frágiles, debemos prepararnos para enfrentar eventos como la ola de calor que se vivió este verano, que si bien son naturales, su frecuencia posiblemente aumente en el actual contexto de cambio climático.

Por su parte, Deón sostiene que la salida está en una planificación que incluya todas las dimensiones de nuestras cuencas, antes de vernos obligados a salir a buscar agua en otros lugares, lo que requiere, entre otras cosas, políticas para cuidar y mantener los reservorios en los embalses existentes. La planificación urbana también es crucial. “En las ciudades y pueblos hace falta establecer de qué manera se pone un límite al avance del negocio urbano por todos lados. Debe haber un planeamiento de cuantas personas pueden habitar un territorio”, dice el geógrafo. Y concluye: “Es una manera de organizar la vida: tiene que estar contemplada la dimensión de que hay una finitud de los bienes comunes, que básicamente, en esta zona semiárida, está dada por la baja disponibilidad de agua en períodos que ya no se pueden medir”.

Lucía Maina Waisman
- Periodista -