La Inteligencia Artificial (IA) puede ofrecer muchos beneficios pero también muchos riesgos. Depende en buena medida sobre qué tipo de sistema económico se desarrolle. Y, se sabe, el capitalista no presenta el mejor panorama por los enormes niveles de desigualdad que reproduce. Hoy son pocas las empresas en el planeta que están en condiciones de producir tecnología con IA como el ChatGPT, lo que se traduce ya en una gran concentración de poder. Para comprender como se proyecta la IA en Argentina revista El Sur conversó con Nicolás Wolovick, doctor en Ciencias de la Computación, director del Centro de Computación de Alto Desempeño de la Universidad Nacional de Córdoba y docente del FAMAF – UNC. “Hay que considerar el desarrollo local de estas tecnologías. Por ahora podemos beneficiarnos con el poder de cómputo que producen las empresas de países centrales, pero sería importante que en un futuro Argentina pudiera entrenar modelos grandes de IA para sus propias necesidades, ya que frente a un conflicto de intereses no se correría el riesgo de quedarnos sin estos recursos estratégicos”, advierte el especialista. Y señala que “Argentina está trabajando en políticas nacionales para el desarrollo de IA y debe potenciarlas, particularmente en áreas como la espacial, de energía y educación. Nuestro país es muy bueno en la producción de recursos humanos, la educación pública es de excelencia”. “Desde la Universidad Nacional tenemos un gran flujo de profesionales que hacen cosas muy interesantes en el ámbito privado. Lo que no tenemos en nuestro país es poder de cómputo. Por eso recientemente Argentina adquirió la supercomputadora Clementina XXI -que se encuentra en la sede del Servicio Meteorológico Nacional de CABA-, que le va a permitir a la academia hacerse preguntas un poco más avanzadas. Porque hasta ahora lo máximo que teníamos era una computadora bastante chica que se encuentra en la Universidad Nacional de Córdoba. Ambas computadoras están disponibles tanto para el sector público como privado”, añade Wolovick.
- ¿Cómo se proyecta la división del trabajo en el mundo con el avance de la Inteligencia Artificial?
- En general se mantiene igual, los países centrales son los que producen estas tecnologías, porque cuentan con una gran capacidad de energía eléctrica, computadoras y recursos humanos. Y los países periféricos venden horas-hombre para que estén cliqueando en una interfaz preparada para entrenar programas con IA, con el objetivo de que sean más amigables y mejoren su desempeño. El costo de esta mano de obra es muy baja y fácil de ponerla a producir. Lo único que tienen que darles es una mínima computadora o una interfaz web y ya están produciendo. Es el sueño mágico de la producción: ya no es necesario contratar y tener que lidiar con todos los conflictos de las relaciones laborales. Los trabajadores están lejos, en su país, se les paga mal y hacen lo que se les pide. Este es el detrás de escena de la maravillosa IA: un montón de gente trabajando desde África o Latinoamérica cuya tarea puede consistir en mirar imágenes en una pantalla o leer textos y hacer clic, clic, clic, generando o ajustando aprendizaje automático para distintos programas.
- ¿Qué rol ocupan las empresas y los Estados en el desarrollo de IA?
- La IA está haciendo cosas muy interesantes, pero lo que más me impacta es ver un fenómeno tecnológico-social tan acelerado como este. Y a la vez peligroso. Muy pocas empresas tienen la capacidad computacional para generar estas redes neuronales generativas que pueden escribir un texto o hacer dibujos. ¿Desde Argentina somos capaces de entrenar nuestras propias redes neuronales grandes? La respuesta es no. Este tipo de tecnología está siendo desarrollada principalmente por empresas globales como Google, Microsoft, Amazon, OpenAI. ¿Qué pasa con los Estados? Por ejemplo el gobierno inglés está muy preocupado porque ellos no tienen la capacidad para desarrollar esto y tienen que depender de terceros para tener una red neuronal que pueda hacer cosas similares a ChatGPT. Esta aplicación requiere redes neuronales tan grandes y pesadas para entrenarlas que ese Estado no tiene. Entonces, cuando está todo bien, está todo bien. Pero cuando hay conflictos y no está todo bien, necesitas tus propios recursos. Además que la IA puede servir a distintos fines comerciales y sociales; cada Estado tiene que desarrollar IA en torno a sus propias necesidades. Pensemos en China, no se puede dar el lujo de no tener capacidad de cómputo para entrenar sus propias redes neuronales. De hecho Estados Unidos en este momento restringió fuertemente la venta de placas para IA a China.
- Las personas producen una avalancha de datos en el uso cotidiano de Internet. ¿Qué pasa con esos datos que circulan de un país a otro y son usados con finalidades desconocidas por los ciudadanos?
-Cuando a través de Internet se te da un servicio gratuito es porque lo estás pagando con tus datos. Por ejemplo cuando haces un Meet nunca vas a saber si está siendo grabado o no. Pero al menos sabés que esos datos recorren un trayecto que incluye un servidor de Google. Es un servicio digital transnacional y el Estado tampoco dispone de una opción más segura para ofrecerte. Porque la infraestructura que se necesita para que esto suceda es monstruosa. Lo cual genera un gran control social, ya que en definitiva queda en muy pocas manos a nivel global, algo que nunca antes se había visto. Mi postura frente a eso es que hay que enseñarle a la gente como funciona, no para que lo deje de usar, sino para que sepa lo que está haciendo: tenés que ser consciente que le estás entregando a cada minuto todos tus datos a empresas de países centrales. Hay una ley en Argentina sobre protección de datos personales, pero poco pueden hacer cuando todos esos datos circulan por Internet, que se define como una red global, entonces no pueden poner controles de fronteras acerca de esto. Inclusive en los países que lo hacen, como China, siempre quedan márgenes que no pueden controlar. Se necesita mucha infraestructura de control para detener tantas conexiones.
- El trabajo en empresas digitales ha crecido, pero los empleados conocen poco las reglas laborales a las que están sometidos. Además que van cambiando según los intereses de rentabilidad con una simple modificación de los algoritmos. ¿En qué situación quedan estos trabajadores?
- Esos empleados tienen una desprotección total, ahora surgen muchos movimientos en todo el mundo para tratar de transparentar las reglas en estos trabajos. Cómo sabe un empleado de qué manera está siendo ranqueado y qué consecuencias tiene eso. Por ejemplo un empleado de Uber que rechaza un pedido en hora pico pierde puntos y luego le queda un vacío de tres horas donde no puede sacar un solo pedido. En estos empleos digitales la relación laboral entre las partes es opaca. Este tipo de trabajo es posible no solo por la IA, sino sobre todo por la accesibilidad y la capacidad de los teléfonos celulares. Uno se puede auto esclavizar brindando estos servicios para hacer “changas” de diversos tipos. Inclusive realizar la tarea de estar frente a una pantalla para hacer mil clics, y así entrenar un programa digital. Es muy polémica esta “economía de changas” a través de plataformas, porque uno pensaba que las computadoras del 2020 iban a hacer cosas por los seres humanos y es al revés. Además éstas grandes empresas no dejan dinero en Argentina, no pagan impuestos, y son muy lucrativas. Son esas grandes ideas, que utilizan tecnologías, que escapan al control de los Estados. Estos deben reaccionar y regular, tender a volver a ganar el control, porque si no dejan de ser Estado en áreas muy importantes. Hay mucha gente trabajando muy fuerte en esto, sobre todo en IA, para pensar cómo regularla. Porque el principal problema es la desigualdad que genera y que refuerza todos los sesgos de lo peor del capitalismo.
- ¿Qué rol le queda a los sectores populares? ¿Sólo ser mano de obra barata para seguir acrecentando plusvalía?
- Los sectores más desprotegidos son siempre carne de cañón de todo. El objetivo es dar chances de progreso o de ascenso social. Yo soy una persona convencida de que una de las pocas formas de ascenso social hoy es a través de la computación. Hay que dar condiciones mínimas para que esto ocurra. No es mágico, no es que enseñas computación masivamente y ya está. La bajísima eficiencia de los distintos programas públicos para la formación en programación y software es grande. Pero aun así, considero que esto es una forma de progreso súper interesante. Por eso fue muy importante el programa Conectar Igualdad, porque lo primero es tener una computadora. Actualmente es muy importante lo que hace Program.AR, de la Fundación Sadosky, que posibilita, acompaña y genera materiales de formación en Ciencias de la Computación para apoyar la enseñanza en la escuela con el objetivo que desde muy chicos los alumnos tengan un acercamiento a la computadora.